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Chico Pardo toma las riendas de Banamex

  • Luis Hernández
  • 28 sept
  • 3 Min. de lectura

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al convertirse en el próximo propietario de un 25 % de las acciones de Banamex, en una operación que asciende a 2.300 millones de dólares, según sus propias declaraciones. En una rueda de prensa celebrada en Ciudad de México, el empresario describió el movimiento no como una transacción fugaz, sino como una apuesta para siempre: “esta inversión la voy a llevar hasta el final; me voy a morir con ella”.

Aunque su participación lo ubica como principal accionista, Chico Pardo recalcó que no tiene intención de aumentar ese porcentaje. Su objetivo principal no es la expansión accionarial, sino la transformación estratégica del banco bajo su visión. Con esta adquisición, asume la presidencia del Consejo de Administración de Grupo Financiero Banamex, planteándose una hoja de ruta centrada en la modernización institucional, la mejora tecnológica y el retorno simbólico del banco a manos mexicanas.

El Banamex, institución centenaria con una vasta red de usuarios —más de 28 millones de clientes— y activos que superan 1,5 billones de pesos, entra en una fase de redefinición. Para Chico Pardo, la clave del relanzamiento yace en tecnología: “Citi ha hecho un buen trabajo, pero hay mucho por hacer”, admitió durante su presentación. Planea invertir en infraestructura digital, procesos internos eficientes y nuevas plataformas que permitan competir en un mercado bancario globalizado.

El camino que llevó a este acuerdo no fue inmediato. Pardo contó que su interés se despertó hace unos seis meses, cuando personal de Citi le brindó acceso a los números internos del banco. Esa combinación entre análisis cuantitativo y entusiasmo progresivo lo convenció de que valía la pena apostar. Ha dicho que no participó en la puja original de hace tres años, sino que su incorporación llegó con más reflexión que ambición.

En la negociación también participó Ernesto Torres Cantú, director de Citi Internacional, quien afirmó que en los próximos meses podrían sumarse otros inversionistas, aunque en términos minoritarios. Eso sí: el manejo operativo y estratégico del banco recaerá exclusivamente sobre Chico Pardo. La posibilidad de una Oferta Pública Inicial (OPI) para el resto de las acciones está sobre la mesa, con un horizonte entre finales de 2025 y 2026.

El perfil del nuevo dueño del cuarto grupo financiero más grande de México ya es sobradamente conocido en círculos empresariales. Según Forbes, es el octavo hombre más acaudalado del país, con un patrimonio estimado en 2.800 millones de dólares. Sus intereses abarcan aeropuertos, puertos, hotels, infraestructuras y proyectos financieros en México y Colombia. Ahora, con Banamex en su portafolio, se dispone a incidir en un ámbito de alto peso simbólico: el sistema bancario nacional.

Para muchos, esta llegada marca el reencuentro del banco con raíces nacionales. La subasta original, liderada por Citi, abrió paso a la participación extranjera y el control externo. Con Pardo al mando, existe la expectativa de que Banamex recupere una identidad local reforzada, combinada con una visión modernizadora global.

Sin embargo, el desafío no es menor. La competencia en el sector financiero mexicano exige innovación constante: fintech, competencia internacional, regulación nacional e internacional, expectativas de rendimientos para inversionistas y presión pública. Transformar una institución con tanto legado implica equilibrar tradición y cambio, actuar con cautela y visión estratégica.

Chico Pardo lo sabe, y repetidamente ha evocado la palabra “pasión” para hablar de su plan. Cree que Banamex tiene el potencial de crecer, pero ese crecimiento depende de decisiones acertadas, de tiempo y de compromiso. Si bien muchos ven esta operación como un experimento empresarial, para él es un proyecto de vida.

En este cruce entre poder económico y simbolismo patrio, la historia de Banamex se prepara para un nuevo capítulo. Si Pardo logra conjugar su audacia con prudencia técnica, podría transformar el banco no solo en un éxito financiero, sino en un emblema de que la recuperación financiera mexicana puede tener rostro propio. Pero si pisa mal, la historia también podría registrar un tropiezo significativo. La apuesta ya está hecha: es larga, pesada… y cargada de expectativas.

 
 
 

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